te amo, león.
un día, cuando empecé a caminar por este sendero a la muerte que se llama vida, me encontré con un tigre que me enseñó muchas cosas, unas buenas y otras malas. una de ellas a no fiarme de los poetas malditos. otra que cambiar el corazón de un hombre es una misión imposible (aunque esta la aprendí por completo más adelante). buscando mi propio nahual, luego conocí a otros seres imaginarios, como un halcón mágico que me enseñó que podía volar y una pantera peligrosa que me mostró que aunque rara, yo poseía una peculiar belleza. al darme cuenta que yo era un ave, para ser exactos un gorrión, me encontré con un pez que me hizo creer que los amores imposibles valen la pena, para luego confirmar que el vuelo y la mar no son cosas que se mezclan tan facilmente.
pasó el tiempo y esas heridas y quizá la misma edad que siempre causa estragos en los corazones de los seres humanos me volvieron búho. con vehemencia y quizá terquedad ciega, me propuse la búsqueda del amor con la certeza de que lo encontraría. y así fue. te encontré en medio de la incertidumbre, el pavor, la duda e incredulidad de los demás, no de mí, como en un campo lleno de flores, como si fuese un sueño, en una escena que juro había imaginado (o soñado) antes, exactamente como te vi. para tí también fui sorpresa. desde entonces fuimos yo tus alas y tú mi suelo. y entonces mi destino se volvió amarte y ser amada por ti. raymundo corazón de león.
